Desconfianza. Pautas de abordaje


Cuando una persona se muestra desconfiada de forma inusual, no debemos pasar por alto posibles causas reales de su actitud (situaciones de robo o abuso de las que la persona pueda ser víctima). No obstante, algunas personas con demencia pueden desarrollar una desconfianza inapropiada a la situación real. Ademas, algunas personas son de base desconfiadas, y la demencia puede exacerbar estos rasgos de personalidad.

La desconfianza en la persona con demencia surge de su incapacidad para darle sentido a su mundo. No puede recordar dónde ha dejado las cosas, y puede pensar que se las han robado. No es capaz de valorar una situación amenazante de forma realista y controlar su reacción emocional, por lo que puede reaccionar de forma desproporcionada, por ejemplo llamando a la policía. No es capaz de discutir razonablemente sus sospechas con otras personas de su entorno y así evaluar su veracidad.

La persona con demencia que se vuelve desconfiada no se ha vuelto loca.  Vive en un mundo en el que cada momento empieza sin recuerdo de los momentos anteriores, en el que las cosas desaparecen, las explicaciones se olvidan y las conversaciones no tienen sentido.

Debemos recordar que esta conducta escapa al control de la persona. Recordemos también que llevarle la contraria o discutir sobre la veracidad de su queja sólo empeorara las cosas. Evitemos decir cosas como: «te lo he dicho veinte veces.. nadie te ha robado tus cosas, están en tu armario»; «no te he robado tu bolso, tu lo has perdido». Podemos en su lugar hacer una lista de dónde están las cosas y/o ayudarle a buscarlas.

Algunas veces puede servir distraer a la persona del foco de desconfianza; por ejemplo, sacarle a dar una vuelta o implicarle en una tarea. Es importante tener en cuenta sus sentimientos de confusión y pérdida, que son la causa real de esta conducta, y responder de forma empática.

Cuando las pertenencias de la persona tienen que trasladarse a otro domicilio o a una residencia, puede insistir en que le han sido robadas. Además, cuando el cuidador debe asumir el control de sus finanzas, puede acusarle de robo. Repetir explicaciones respecto a la gestión de sus finanzas o hacer listas puede ayudar algunas veces; pero a menudo no funciona, porque la persona no es capaz de comprender las explicaciones o las olvida. Estas acusaciones son duras para el cuidador, pero no debemos olvidar que, al menos en parte, son una expresión de la situación de estrés y los sentimientos de confusión y pérdida de la persona, consecuencia a su vez de su enfermedad cerebral. Puede ser útil compartir esta información con otras personas del entorno que puedan ser el foco de acusación (asistentas a domicilio, miembros de la familia, vecinos..), para evitar que se sientan molestos y el cuidador pierda recursos sociales de apoyo. A veces la persona enferma puede aparentar estar bien, lo que hace que la gente no comprenda la enfermedad y no se dé cuenta de lo que esta pasando.

Algunas veces la desconfianza va más allá de los olvidos y la falta de capacidad para interpretar la realidad. En este caso puede ser un síntoma del proceso de enfermedad llamado «delirio» (ver: alucinaciones y delirios).

 Fuente: NL Mace, PV Rabins. The 36-hour Day. A family guide to caring for persons with Alzheimer Disease, Related Dementing Illnesses and Memory Loss in Later Life. Johns Hopkins University Press, 3rd Ed. 1999

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Autor: Patricia Gracia García

Sin planificarlo demasiado y atraída por las ciencias de la salud, realicé la carrera de Medicina en la Universidad de Zaragoza, 1998-2004. Cuando empecé a tratar con pacientes en cuarto de carrera, decidí ser médico. Tras mis prácticas de Psiquiatría, e inspirada por mis profesores, decidí ser psiquiatra. Cuando termine la carrera, decidí quedarme en mi ciudad a hacer la especialidad, y elegí el Hospital Clínico Universitario de Zaragoza (HCUZ), 2005-2009. Me apasionan la Neuropsiquiatría y la Psicogeriatría, y durante la residencia hice un rotatorio de 4 meses en el Johns Hopkins Hospital (Baltimore, USA). Mi tesis doctoral (Universidad de Zaragoza, 2012) y la mayoría de mis trabajos están centrados en este campo. Además, hice el Master en Neuropsicología Clínica (Universidad Pablo Olavide, Sevilla, 2014). En psicoterapia, la única formación “reglada” que he realizado es un postgrado de psicoterapia en la UNED (2012-2013), con una orientación integradora, que es con la que más me identifico. Pero alegaré que soy muy empática, humanista, y “psico-social” (estos adjetivos me los han dicho diferentes compañeros y amigos; y como este currículum no exige certificados, me los adjudico). Desde que termine mi formación en 2009, trabajé como psiquiatra durante 1 año en la Unidad de Hospitalización del HCUZ (2012-14) y el resto del tiempo en Unidades de Salud Mental, desde febrero de 2017 en el Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza. También me gusta mucho la docencia, y soy Profesora Asociada de la Universidad de Zaragoza desde el año 2014. El refuerzo de los alumnos cada curso es de las más grandes gratificaciones que tiene mi trabajo (por detrás de VER (que no sólo OIR) a mis pacientes mejorar y reducir su sufrimiento).

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